13 May
13May

        Al nacer y durante prácticamente los dos primeros años de vida, lo primero que  empezamos a asumir es la propia existencia, la individualidad.                         Reconocernos en un cuerpo, dotado de diferentes membranas que nos separan, al mismo tiempo que nos vinculan, con lo que tenemos alrededor.

         Esa primera barrera que me permite ver que soy diferente, que puedo portar algo distinto, ese primer reconocimiento, es algo básico para el posterior crecimiento.

       El cordón umbilical por el que nos alimentábamos gracias a la conexión con la madre, pasa a ser la construcción de una membrana propia, genuina, entre nosotros y lo que hay alrededor.

       Los dos primeros años de vida tienen un particular potencial para que el niño o niña pueda reconocerse en esa singularidad.

       Durante las primeras semanas  la necesidad de hambre y de cobijo, son las primeras oportunidades que su organismo le proporciona para vivenciar esa sensación de separación. Darse cuenta de que hay algo que de momento no está a su alcance y que necesita conseguir .A pesar del llanto, esta necesidad le lleva a tomar acción, a generar una conciencia, a descubrirse a él mismo e investigar opciones para conseguir satisfacer ese apetito.

       Ahí empieza una construcción muy precaria de ese concepto del  límite y, éste tiene una finalidad muy importante y específica: darse cuenta que es alguien separado y un incio para su propio reconocimiento.

       Quizá por eso nuestra tendencia cuando estamos con un bebé, sea la de procurar un ambiente más tranquilo y relajado. Una sobrecarga de estímulos de manera constante estaría entorpeciendo que se pueda reconocer estas primeras percepciones. De manera natural nos llevan a lo simple, a la base.

A partir de los seis meses,  la alimentación complementaria, va  a seguir aportando experiencias a esa singularidad. Le ponemos a su alcance experiencias donde ir desarrollando esa escucha interna  con experiencias variadas del entorno… (distintos alimentos, colores, olores, tactos…) Todo una aventura en el desarrollo sensorial.

       Continúa con su cuerpo en movimiento, prueba una y otra vez nuevos gestos y   manos, piernas, gateo… sólo el reconocimiento del propio límite, es el impulso al mismo tiempo para lograr algo diferente, más expansivo. Para poder ir más allá, para poder crecer.

        La incomodidad se convierte en una parte del proceso de crecimiento.

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